martes, 12 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 61

Os juro que lo intento con mi mejor intención. Trato de encontrarle una lógica a las decisiones gubernamentales pero es como entender los discursos de Antonio Ozores, un imposible. Allá por finales de febrero, primeros de marzo, cuando la pesadilla del virus empezaba a instalarse y China e Italia eran los focos principales de contagio, estábamos viendo las noticias mientras cenábamos y mi mujer lo dijo: "lo primero que tendrían que hacer es cortar todas las entradas de viajeros de esos dos sitios".

Hubo también algún partido político que lo propuso pero ni a una ni a otros les hicieron caso. Dos capitanes a posteriori más a la lista, que ya sabemos que los neosocráticos dicen que no se podía saber nada. Y que no se debe criticar porque todos hubiéramos actuado igual. Ja.

El caso es que hoy se desayuna el BOE con una medida que llega muy tarde y que supone un golpe bajo más a la maltrecha capacidad de recuperación del sector turístico: desde el viernes, todo viajero que llegue a España deberá guardar una cuarentena de 14 días. A buenas horas, mangas verdes. El caso es que llevamos dos meses encerrados en casa para evitar contagios y en todo este tiempo los aeropuertos funcionando. Como el que tiene tos y se rasca, vamos.

Otra medida estrella que hemos conocido hoy es la prohibición de las rebajas. Pero ojo, solamente en tiendas, se permiten en las compras por internet. ¿Y quién sale perjudicado con esto? Naturalmente, el pequeño comercio, que tiene que estar encantado con esta mano... al cuello. Porque claro, después de dos meses cerrados, cuando pueden empezar a mover los stocks y obtener liquidez, para qué les vas a facilitar las cosas. De verdad, que el comité de expertos del Ministerio de Comercio mejora al de Sanidad.

La excusa es evitar las aglomeraciones. Que sí, que a primera vista la idea es buena pero no creo que nadie, en las actuales circunstancias, esté pensando en escenas pretéritas con hordas de consumidores a las puertas de las tiendas ansiosos, como peregrinos del Rocío, por saltar la reja. A nada que te reúnas con el sector y te informes, verás que esa decisión les hunde un poco más y en cualquier caso, hay formas de controlar esas posibles concentraciones de gente.

Pero lo fácil es prohibir. Que ya no sé si es por no molestarse o porque, en el fondo, es lo que les pide el cuerpo.

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