lunes, 11 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 60

Si alguien no se había enterado de que hoy cambiábamos de fase no necesitaba poner la radio al levantarse. Le hubiese bastado con poner un pie en la calle y enseguida hubiese notado la diferencia.  

Primer síntoma de que algo había cambiado, el tráfico. Sin llegar ni mucho menos al barullo habitual pero nada que ver con el panorama precedente. Claro que tampoco se necesitaba mucho porque veníamos de carriles prácticamente vacíos, que había momentos que parecía que habían peatonalizado las calles. Además del ir y venir de turismos, los camiones de reparto, hasta ahora casi inéditos, se han adueñado hoy de las zonas de carga y descarga. 

Con todo, no demasiados locales abiertos pero ocurre como con el ejemplo de los coches. Del paisaje de persianas cerradas una tras otra al movimiento y luces encendidas dentro los negocios, menudo cambio. No me he llegado a estrenar y no he entrado en ninguno pero por lo que me ha dado tiempo a ver cuando volvía del trabajo, lo tienen bien organizado, con geles y guantes a la entrada y carteles avisando de las limitaciones de aforo. Y lo que decíamos días atrás, la gente comportándose y cumpliendo las normas, como tiene que ser. 

Eso sí, como estaba previsto, apenas bares funcionando. Aunque los pocos que se han atrevido a poner la terraza lo han petado, se nota que la gente tenía ganas de alterne. 

No hay comentarios: