lunes, 4 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 53

Hoy durante el paseo en bicicleta con los niños he ido chequeando los locales comerciales. Se supone que ya podían abrir e iba a inaugurarse la pretendida desescalada. Pues que si quieres arroz, Catalina. Naturalmente, en hostelería lo esperado, ni un local abierto. Por cierto, que tal y como anuncié hace algunos días -no soy sospechoso de capitán a posteriori, señorito Echenique- el gobierno rectificó sobre la marcha y cambió la norma. Si es que hay que quererlos.

Así que con los bares y restaurantes cerrados nos quedaban las tiendas de ropa, zapaterías, perfumerías, etc. Y tampoco. Únicamente han dado señales de vida las peluquerías. Y no me extraña, que el tema capilar ya rozaba la declaración de zona catastrófica en algunas cabezas. A pesar de que se les exigía funcionar con cita previa, he sido testigo de ruegos casi de rodillas para un corte de pelo. Y la negativa correspondiente acompañada del disgusto de una lista de espera de varios días.

Mira, no hay mal que por bien no venga, si sirve para que al menos los peluqueros recuperen este mes los ingresos perdidos durante la fase más dura del confinamiento. El mío tendrá que esperar, que ya sabéis que tomé medidas la semana pasada. Pero ya podemos asegurar que ha comenzado la vuelta a la normalidad.

¡Por los pelos!


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