jueves, 7 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 56

Me llega un SMS de una tienda de ropa avisándome de la próxima apertura, eso sí, con cita previa. Y me he acordado de mi amiga Carmen, que hoy reflexionaba sobre ese asunto poniendo el dedo en la llaga. La compra es muchas veces un acto compulsivo, ves algo en el escaparate que te atrae o entras a echar un vistazo y terminas comprando. No me veo yo pidiendo hora.

Que esa es otra. ¿Cuánto tiempo reservo? ¿10 minutos, 30, una hora? Porque hay veces que entro y voy a tiro fijo, otras echo un buen rato, pruebo y al final no me convence y no me llevo nada. Eso la ropa, ahora imagínate una ferretería, que normalmente vas cuando se rompe algo.

- La Tuerca Infinita, buenos días.
- Buenas, llamaba para pedir hora, que se me ha estropeado la alcachofa de la ducha.
- Pues para hoy ya no podrá ser, que tenemos todos los turnos cubiertos. Le puedo dar para mañana a partir de las 13:00.

Y digo yo. Llevamos más de un mes yendo al supermercado, al banco y a la farmacia, guardando cola sin problemas, respetando distancias de seguridad, etc. Vamos, que en líneas generales, hemos demostrado ser un país civilizado, capaz de cumplir las normas. ¿No sería más fácil abrir todos los comercios sin restricciones horarias pero con las medidas de seguridad pertinentes? Si voy a la tienda de ropa y no se permiten más de cinco personas, espero en la puerta o me doy una vuelta. Si bajo a la ferretería, a la droguería, a la zapatería, ídem de lienzo. Me parece que sería todo mucho más sencillo para clientes y vendedores. Sin perder de vista las recomendaciones pero sin poner puertas al campo ni provocar situaciones absurdas. Aplicando el sentido común, vaya.

¿Tan difícil es?

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