viernes, 22 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 71

Era domingo. Entonces Leire ejercía de hija única e íbamos de paseo los tres, ella, Olga y yo. De pronto, el estruendo del tubo de escape de una moto rompió la tranquilidad de la tarde. El ruido fue subiendo de volumen a medida que se nos acercaba, pasó a nuestro lado como una mancha de colores y se alejó por el fondo de la calle. Fue cuestión de segundos pero notamos algo raro. En mitad de la calzada rebotó algo. Al acercarme, vi que era una cartera que, dedujimos, se le había caído al pizzero que iba en la moto. A la velocidad que pasó ya no hubo forma de darle una voz para que frenara y diera la vuelta. La abrimos y había varios billetes y monedas sueltas. Nos quedamos sin saber qué hacer, porque no llevaba identificación en la caja, así que no podíamos avisar a ningún local. Esperamos un tiempo prudencial por si aparecía y al final nos marchamos a casa. Allí hicimos el balance definitivo: 76€.

Supongo que al pobre motorista le dimos el día porque le tocaría ponerlo de su bolsillo. Pero a mí me sirvió para estrenar una regrabadora de CDs en el ordenador, que buena caña le di luego. Encontrarte dinero siempre es una alegría, aunque nos quedó el mal sabor de boca de saber, siquiera a medias, quien era el dueño. Y ayer volví a recuperar el dulce sabor de que el destino te ponga una paga extra en el camino. 

Salía yo de comprar en Hipercor y me dirigía al aparcamiento. Iba pensando en llegar rápido a casa, que a esas horas el agujero en el estómago ya se hacía notar con insistencia. Enfilé la rampa y de repente, allí estaba él. Acurrucado sobre su anverso, con la firma de Draghi haciendo manitas con la impresión en relieve. Un billete de 20€. Me agaché y lo cogí. No me había cruzado a nadie, así que miré a ver si iba alguien más delante de mí que pudiera ser candidato a haberlo perdido. Nadie, yo solo. A esas horas, lo normal. Y entonces sucedió una cosa que siempre decía mi padre. 

Él decía que Dios siempre te da más. Si tienes hambre, más. Si tienes desgracias, más. Y si tienes dinero, más. Porque a los pocos metros, cuando aún iba yo pensando en mi buena suerte y me conformaba con mis veinte euritos... ¡Otros 10! Igual de bien dobladitos, con lo que deduje que alguien lo fue perdiendo por etapas. Por un momento se me apareció el espíritu de Pulgarcito y pensé, ¿a que ahora me caen otros tres o cuatro billetes, que aun me queda un trecho hasta el coche? Pero no, el karma consideró -con buen criterio, no hay que ser egoísta- que ya era suficiente. 

Y es que, os lo confieso, hace unos meses era yo el que había perdido 20€. Así que salí ganando.

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